7 de septiembre de 2010

Mary

Camino distraído, respirando la nostalgia que emana mi pecho. Si; el débil latido de mi corazón agonizante lo puedo sentir en las venas de mis muñecas. ¿Las ganas de vivir? No lo sé; escucho hablar a Dios y veo matar a los hombres, y no puedo pretender saberlo todo. Y me siento morir en ignorancia, siento la oscuridad aplastarme por detrás del sol y del amor,  por eso agonizo. Agonizo, lentamente, desde el mismo día en que comprendo todo, y comprendo nada. Siempre es cuestión de tiempo y de lágrimas; de amigos asesinados que se llevan un poco de mí.

          Recuerdo tenuemente haberla conocido. Sin embargo, no existe un momento en el que se le 'conozca' por primera vez. No; su alma compenetra al instante a través de sus ojos y se vuelve una obsesión maravillosa sin principio, una cotidianidad que nunca llega a ser común. Recuerdo, recuerdo, descompongo mi vida hacia atrás, dejo un pequeño rastro incoloro en el aire que nadie puede ver; son lágrimas que nunca emanan de los ojos. Pero ella está allí en todo momento, en cada pieza fragmentada de mi alma. Nostalgia de nuevo, ¿en verdad existes? Agonía. Desdicha.

          Necesito verte. Necesito saber que existes. Necesito sentir tu fragilidad, porque te conocí frágil y quebradiza como las hojas del otoño. Nostalgia, la única constante y la única posibilidad cuando no eres una certeza. Temo que seas una de mis enfermizas creaciones, que son los hombros sobre los que lloro. Temo vivir en realidades artificiales, ¿en verdad existes?

          Camino distraído, pero te veo. Te miro. Y se que tú me miras también.
          
          –Te miro –susurro sobre tu espalda y tu cabellera perfumada–. 
          
          –Te miro –respondes sin voltear.

          –Ven conmigo, déjame llevarte –tomo tu brazo y paso otro detrás de tu espalda. Te levantas lentamente–. ¿Sabes dónde estamos? Yo tampoco lo sé. Pero somos, y estamos. Mi alma siempre ha buscado la tuya, sé que lo sabes. Déjame guiarte –caminas torpemente aferrada de mi brazo, pues no hay nada más que sea real–. Déjame guiarte, por favor. Entrégame tu fragilidad. 

          Abres tus ojos e intentas mirarme, y entonces recordamos que el mundo es injusto. Quiero ir al océano y encontrar las perlas más bellas del mundo para adornar con ellas tu rostro, pero sólo logro tomar tu mano y pasarla sobre cortezas de árboles antiguos y flores hermosas y delicadas. Lloramos. Limpio tus ojos con los pulgares. No llores, que yo puedo llorar por los dos. No hay razón para estar triste, quiero que tomes mis ojos. No llores. Toma mis ojos y se hermosa. 



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