Old School

El protagonista de la inteligente (y en ocasiones devastadora) novela de Tobias Wolff es un joven que estudia en una escuela privada y elitista en 1960.  Es un inadaptado que ha aprendido a imitar los modos negligentes de sus compañeros más privilegiados. Como muchos de ellos, uno de sus mayores deseos es convertirse en escritor. Pero para hacerlo, primero debe aprender a decir la verdad acerca de sí mismo.

El clímax en su busca de reconocerse se entreteje íntimamente con el concurso literario de su escuela, cuyo vencedor podrá tener una entrevista con el más legendario escritor de la época. Mientras la agitación por la competencia contagia al joven y a sus compañeros, se deshilachan alianzas y se exponen debilidades, Old School explora las decepciones y engaños con un ojo siempre observador y una muy profunda sensación de empatía con los personajes. El resultado evidencía que Wolff es un gran maestro de la lengua.


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No se ha hecho ninguna traducción oficial de este libro
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OLD SCHOOL


BY TOBIAS WOLFF

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Para mis maestros



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¿Por qué me mentiste?
Yo siempre creí decir la verdad.
¿Por qué me mentiste?
Porque la verdad miente como ninguna otra cosa, y yo amo la verdad.

Mark Strand, "Elegy for My Father"

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DESCRIPCION DE LA CLASE

Robert frost nos visitó en 1960, tan sólo una semana antes de la elección general. Te dice algo de nuestra escuela que la espera de su visita suscitó mas interés que el combate electoral entre Nixon y Kennedy, el cual, para muchos de nosotros, no era un combate en sí. Nixon era directo y ofensivo. Si hubiera sido uno de nosotros, le hubiéramos pegado los zapatos al piso. Sin embargo, Kennedy era un guerrero, un ironista tajante y sin histeria. Tenía su traje bajo control. Su esposa era un zorro ágil. Y él escribía y leía libros, uno de los cuales, "¿Por qué se durmió Inglaterra?", estuvo requerido entre las lecturas de mi seminario de Historia. Nosotros reconocíamos a Kennedy; podíamos ver dentro de él al chico que hubiera sido el favorito de nuestra escuela, bribón y culto, con esa casi formal actitud relajada que encajaría en su clase.

Pero no podríamos haber admitido que la clase social jugaba algún papel en nuestro gusto por Kennedy. Nuestra escuela no era presuntuosa, o eso creíamos, y lo hacíamos tan verdadero como lo podíamos hacer. Todos hacíamos quehaceres. Los estudiantes becados podían declararse o no, como lo desearan; la escuela no daba signo alguno respecto a ellos. Era entendido que algunos de los chicos podrían ganar prestigio gracias a sus nombres famosos o gran riqueza, pero si ganaban un lugar privilegiado inmediatamente, al resto de nosotros nos gustaba pensar que era un lugar peligroso. (p4)