9 de julio de 2010

El hombre de las tetas de vaca

Lo observaba las tardes de aquellos años, que ya huelen a guardado nomás al acordarme de ellos. Era un tipo con una barriga grandotota y unas tetas de colgadera, así como ubres de vaca. Sus piernas no estaban tan gordas; era lo que se dice una manzana. Y cada día venía a echarse sus alcoholes; lo sé porque yo se los vendía. Venía y se recargaba en ese paredón ennegrecido, y siempre eructaba como puerco antes de irse. Si no, no se iba. Me dejaba el changarro apestoso.

          Supe que murió hace algunos meses. Nunca hizo mucho de su vida. Murió eructando como puerco.

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